~FUGA SEXTA~


1. Bolsa

Levantámosnos con mayor tardanza que el día predicho, por cuanto hobimos de facer más noche et a fuer de pernoctar en lobroganza íbamos perdiendo los miedos al aceite de doña Silvia, no por creencia hacia la oliva, que paz nos diera, mas por pensar que en tanto la mentada repusiera sus afeites allá en las calderas del averno, permaneceríamos alexados et a salvo.

Con frugalidad pascual, cual veníamos faciendo, repostamos en la cercana cantina, e por lo avanzado del día encaminamos calzas al trabajoso afán de rellenar la bolsa que ya diera unos tientos, mas no los bastantes como para saciarse de cuantos desmanes lleváranla a la sequía en calatraveña peregrinación.

Mostrámosnos indignados cuan nuestra entrada foé vetada a la meca de la anterior jornada. el denominado bar España, mas paresciónos que a la luz veíasenos más cual pordioseros e menesterosos que como a tunos faciendo camino e reclamando dineros en justo cambio por su alegre trova, cual mester de joglaría troca por el vaso de bon vino. Et eso, hobimos de exclamar aumentando nuestra cólera, que antes de abandonar la posada fabíamos mudado las grises e mugrinetas camisas por otras blancas et aún sin contagio de sucia humanidad nin sudor nin polvo.

Caminamos e contentámosnos entretanto nos dirigíamos al ya mentado mesón Miami, ca prometiéronnos que podríamos engrosar las arcas.

Pero más que bolsa llenamos gaznate de nuevos caldos, que porque no tocásemos hobieran sido capaces de mantenernos aún allí agora, tal era el designio de los dioses et ansí parescía haberlo comprendido el dueño.

Mas como viéramos la celada e sopimos de sus intenciones, evitámoslas faciendo gala de contenidos e firme propósito, e tanto que foera asombro de los allí presentes el que saliéramos sin haberles vaciado la tinaja que, con el apropósito apuntado, habíannos puesto al alcance.

Detuvimos el viacrucis en terna estación que, como bien apunta el refrán, vino a ser de la vencida, e sacamos algunos dineros conque alegrarnos el largo paseo deste aciago día.

Tan mal humor foésenos operando en las mientes, que sopimos llegada la hora de la partida e con ella término al Buen Viaje.

Tornamos a la posada e ficimos recogida de los pocos bultos e la mucha mugre que allí fabíamos dejado.

Mas la arpía había vuleto de aceitosa cura con el propósito firme e mandato de enflaquecernos más si cabía nuestras delgadas pieles por facernos jurar e perdernos con las malediciones. Et a fé que consiguiólo pues que vino a demandarnos cuenta por tres días excusando su falta en que el sol habíase dejado ya caer del cénit e que nuestra partida sin aviso previo venía a privarla de algunos clientes que so su techo pidieran cobijo.

Non reclamamos por miedo al tiempo que restábanos por partir, que los dioses saben nuestra seguridad al respeto de que pocos hobieran volido propriamente e sin obliganza ajena pasar noche en semejante lugarejo.

Pagamos e partimos por no volver más, que a buen seguro habemos que desa agua non hemos de beber jamás nunca, aunque mátenos la sed e soframos los más vivos retortixones por su ausencia.

E como proeba de la poca disposición que hacia ella mostrábamos, omitímosle un lugar, siquiera escueto, en el que manchar el Libro con su poco grata huella.

Ansí cargados, e desta guisa, foímos a casa de nuestros amigos e despedímosnos dellos tras saborear por vez última las exquisiteces que ofreciérannos.

Poco antes de que ellamado tren partiera vímosnos en la estación de dó habría de salir, mas non parescía sino que la venganza perseguíanos e con nos cebábase, e con desesperanza comprobamos que faltábannos diez veces cien dineros, por el encarescimiento que el tal vehículo había previsto, sin nuestro cognoscimiento nin aprobación.

Apiadóse empero el jefe del logar e avínose a retrasar la salida mientras facíamos por conseguir los faltantes maravedíes.

Corrimos cual alma que el diablo lleva, mas que, a buen seguro, faciámoslo porque ansí non foera, e salir de aquel sitio poco seguro a nuestras andanzas.

Conseguimos los doblones et desanduvimos ascenciendo hasta los bártulos que al cuidado del alférez don Pepón habíanse quedado, porque non foera mayor el desafuero e robárannos lo poco que poseíamos.

Pagados los pasajes, obtuvimos licencia para sobir al tren que partióse al instante.


2. Regreso


Curioso sino aqueste nuestro que obligónos a retrasar la diligencia de hierro más de una hora a la salida de Valencia e quasi media en el regreso. "Lo que ansí empieza ansí ha de acabarse" aseveró cierto sabio extranjero que los proprios, como pícaros e más sagaces, permanecen en el anonimato achacando taimadamente al pueblo sus puyas e refranero, e que éste asimila para sí conformando el acervo, asaz acerbo a menudo.

Cuan sobimos al vehículo vímoslo lleno de gentes de modo que chanceándonos del destino, e non era sino pagarle la misma moneda, al que farto ya habíamos acostummado nuesos huesos, tendímosnos en el pescante cercano a los desaguaderos, por correr soerte parescida a la ya contada en el principio.

Ansí habíamos distribuido bultos e humanidades cuan comenzó el trasiego de gentes al antedicho aliviadero, mientras dejaban algo de sí mirando nuestra disposición viajera con asombro incontenido.

Al cabo aparesció nuestro ángel guardador, non demasiado bella, ca hobiera rayado en lo lírico el relato si a femenina deidad acercárase, mas non era tal e jozgar dueña a la poco favorescida moza, foérase engaño para todos, et aún más para ella misma si ansí lo creyere.

Mas e como su auténtica beldad cifrábase en su bondad de ánimo, justo es compararla a vestal por no dexar en menosprecio su aparición en este capítulo, ca gran foé la fracia que por su merced alcanzamos.

Dióse el caso, ya mentado, de la copiosa carga en gentes que abordó la férrea diligencia e que apeáranse algunos en la pirmera parada, por lo que Isabel, que ansí llamábase la descrita, propúsonos sentarnos en su compañía tras un corto diálogo preñado de sutilezas por parte nuestra a las que quiso o hubo de facer caso omiso por no entendellas.

Pasamos a esta nueva e más folgada situación e cognoscimos a otros viajeros. Un matrimonio et una reseca granadina quien, por mayor comodidad, ocupaba un par de sitios asegurando a cuantos en pié viajaban en el pasillo que éste estaba destinado a su marido que desalojaba aguas más llá, al fondo del vehículo.

E nada más lejos de la imaginación de los presentes, e de la intrépida anciana, cuyas inquietudes maritales debieron pasar en juventud por repulsas e negativas continuadas, de juzgar la poca huella que désta quedaba e que, si al refrán de nuevo acudimos, "do hubo siempre queda", et acá nin hubo nin pudo haberlo, que hobiérase secado al pronto por lo avariento de la mujeruca.

Mas dexémolsa a un lado que aún habrá de intervenir en adelante cuan a modo de rúbrica a su poca dádiva saqueámosla el equipaxe.

Desta otr forma caminábamos agora dando los últimos votes de la Tránsfuga, ora charlando con una, otrora con los otros, e con nos mismos, e aún callados e repasando el telón que comenzaba a blandirse sobre nuestro cansado episodio.

Llegamos a Alcázar de San Juan e con los pocos dineros que separaban las paredes de la enjuta bolsa, pusimos pié a tierra don Pepón, que a fé habíase ganado el título y tratamiento, et el escribidor que esto relata, quedando entre las brumas de la noche don Carlos en buena compañía.

Los precios en la cantina del apeadero estaban tan alejados de nuestras posibilidades como las pitanzas de la reseca anciana cuya mezquinadad llevóla a deglutir los bocadillos que en gran número llevaba en la bolsa, aprovechando que la luz apagábase al estar parado el vehículo, e tal era la entonces circunstancia.

Como la parada habría de prolongarse por más de una hora, internámosnos en el pueblo, e tras algunos intentos encontramos abierto el ateneo del logar, dó adquirimos unos panes, e con tan preciosa mercancía encaminámosnos a una fonda que a dos tiros de piedra se encontraba.

Rellenos los panes con algo libado en el estómago, volvimos con todavía unas monedas que invertimos en las afamadas tortas de lugar, de excelente hechura.

En tanto, el tren habíase trocado su emplazamiento por otro que desconocíamos, et a riesgo de quedar tirados con algunas viandas mas sin dineros nin ropas, recorrimos el lugar en su busca. Hobimos suerte et ascendimos con maná tan suculento.

Al reanudarse la marcha et prederse las luces, cual queda dicho de tan singular mecanismos, comenzamos a dar cuenta de los bocados.

Ansí mismo, el matrimonio regalónos con alguno de los muchos manjares que llevaban, ca su viaje era más largo.

En cuanto al equipaxe comestible de Isabel, dímosle buena cuenta, a cambio de un trozo de cada uno de los nuestros, pues que decía gustábanla más, e tal era su generosidad.

Regábamos el paladar alternando nuestro caldo con el de Antonio, marido del predicho matrimonio, e disfrutamos más déste ca el nuestro estábase alco viçiado e rancio por lo nuevo del recipiente.

En tanto, la vieja engañábanos a todos con lo oios entornados, cual si todo su afán concentrárase en la digestión, evitando la injerencia en lo ingerido a escuras e sin prestar invitanza.

Pero llegóse el postre, e pasamos a las tortas. Una comióse el matrimonio, que cuando dos se quieren, con uno que lo faga es bastante, otra guardamos a doña Isabel a cambio de su derrotada despenssa, e cuando íbamos a comenzar nos mismos, aquel rancio cuerpo abrió tremendos ojos e hobimos de hacerle ofrecimiento de si quería, et érase de ver a la reseca avarienta devorar con la mayor fruición, por ser ajenas, e que hobiérase dicho que el envoltorio que las guardaba estoviera apegado a sus párpados e cuan separámoslo por darlas cuenta, despegáronse éstos también dejando al descubierto ojos cual platos, que este érase el motivo del concierto.

Juramos por el acaescimiento e prometimos cobrarnos venganza...

Continuóse viaje et al punto todos dieron su cabezada restándose sólo a este lujo los tres multicolores príncipes de la noche, que tal asemejábamos tras el triunfal paseo por el recóndito parnaso, et aunque éste non foera trovado, tan cerca dél estovimos que parescíamos contagiados con su resplandor, e dábamosnos por satisfechos ca jamás mortal alguno tuvo a él acceso e non érase cuestión de trocar vida por gloria tan tempranamente, et en ello estábanse de acuerdo los dioses e fuénos permitido.

Con nos mantenía recia conversación doña Isabel, turnándonos en el menester porque no nos agotáse, que a fé que en su mano estuvo.

Tal había sido nuestro apetito e tal nuestra voraz colación que la sed vino al encuentro e deseperábamos por falta de líquido principal, que exponernos a caldo era tenta aún más la aridez de nuestras tripas.

En un apeadero el alférez, como persona de acción et ataque que érase, saltó al andén emprendiendo rauda carrera hacia alguna fuente, mas lo incierto de la parada, a más de su corta duración, ficiéronle regresar tan raudo como partiera sin culminar su propósito.

Tan aciago discurrir llevaba la noche cuando resolvimos cobrar venganza amainando la sed doblemente.

Era el caso que la vieja mentada llevaba una botella de naranjada rebosante e completa escondida entre los bultos de su equipaxe. Esperamos momento oportuno e, ya asegurados de sus fuertes lazos con Morfeo, que tan sólo él sabe sacrificarse ansí sin pararse a medir condición, a la rácana granadina, a cambio del grosero aceptamiento de la torta, lo que más que al vacío llevónos a la plenitud de cólera, logramos calmar ésta un tanto, por compensar, et ansí trasegamos largos sorbos de su escondida botella, dejándola expuesta a eolos internos con gran pérdida para Neptuno.

Más adelante, en otra parada, hobimos la suerte de detenernos junto a una fuente, e yo mismo puse pié en tierra, que un capitán no ha de fracasar dó otros lo fiçieran, e con gran fortuna para todos llené la botella.


3. Fin

Despuntaba el día cuando entramos en Valencia, e por no romper el encanto de una tal noche, cual lo fue la de la partida, despedímosnos lenemente, e con las últimas sombras regresamosnos a casa.



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